domingo, 24 de noviembre de 2024

DOCTORES DE LA IGLESIA

BEATO CARLO


“Estar siempre unido a Jesús, ese es mi proyecto de vida”

 Del tratado de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Tratado 115, 2-5: CCL 36, 644-646).
El reino de Cristo hasta el fin del mundo


Mi reino no es de este mundo. Su reino radica aquí pero sólo hasta el fin del

mundo. En efecto, la siega es el fin del mundo, momento en que vendrán los

segadores, es decir, los ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores

y malvados, lo cual no sería factible si su reino no estuviera aquí. Y sin embargo

no es de aquí, porque está en el mundo como peregrino. Por eso dice a su reino:

No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo.

Luego eran del mundo, cuando no eran reino suyo, sino que pertenecían al

príncipe del mundo. Es, por tanto, del mundo todo lo que en el hombre es

creado, sí, por el Dios verdadero, pero ha sido engendrado de la viciada y

condenada estirpe de Adán; y se ha convertido en reino, ya no de este mundo,

todo lo que a partir de entonces ha sido regenerado en Cristo. De esta forma,

Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de

su Hijo querido. De este reino dice: Mi reino no es de este mundo, o Mi reino no

es de aquí.

Pilato le dijo: con que, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: Tú lo dices: Soy rey. Y

a continuación añadió: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo:

para ser testigo de la verdad. De donde se deduce claramente que aquí se

refiere a su nacimiento en el tiempo cuando, encarnado, vino al mundo, no a

aquel otro sin principio por el cual era Dios, y por medio del cual el Padre creó

el mundo. Para esto dijo haber nacido, o sea, ésta es la razón de su nacimiento, y

para esto ha venido al mundo —naciendo ciertamente de una virgen—, para ser

testigo de la verdad. Pero como la fe no es de todos, añadió y dijo: Todo el que es

de la verdad escucha mi voz.

Oye mi voz, pero con los oídos interiores, es decir, obedece mi voz, lo cual

equivale a decir: Me cree. Siendo, pues, Cristo testigo de la verdad, da realmente

testimonio de sí mismo. Suya es efectivamente esta afirmación: Yo soy la

verdad. Y en otro lugar dice también: Yo doy testimonio de mí mismo. En

cuanto a lo que añade: Todo el que es de la verdad, escucha mi voz, alude a la

gracia con que llama a los predestinados.

Pilato le dijo: Y ¿qué es la verdad? Y no esperó a escuchar la respuesta, sino

que dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: Yo no

encuentro en él ninguna culpa. Me supongo que cuando Pilato preguntó: ¿Qué

es la verdad? le vino inmediatamente a la memoria la costumbre de los judíos

de que por Pascua les pusiera a un preso en libertad, y por eso no le dio tiempo a

Jesús para que respondiera qué es la verdad, a fin de no perder tiempo, al

recordar la costumbre que podía ser una coartada para ponerle en libertad con

motivo de la Pascua. Pues no cabe duda de que lo deseaba ardientemente. Pero

no consiguió apartar de su pensamiento la idea de que Jesús era el rey de los

judíos, como si allí —como lo hizo él en el título de la cruz la misma Verdad lo

hubiera clavado, esa verdad de la que él había preguntado qué era.


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