DOCTORES DE LA IGLESIA
MARTES, XXXIV SEMANA
De una homilía de un autor del siglo II
(Caps 13, 2-14, 5: Funk 1, 159-161)
La Iglesia viva es el cuerpo de Cristo
Dice el Señor: Todo el día, sin cesar, ultrajan mi nombre entre las naciones;
y también en otro lugar: ¡Ay de aquel por cuya causa ultrajan mi nombre! ¿Por
qué razón ultrajan el nombre de Dios? Porque nuestra conducta no concuerda
con lo que nuestros labios proclaman. Los paganos, en efecto, cuando escuchan
de nuestros labios la palabra de Dios, quedan admirados de su belleza y
449sublimidad; pero luego, al contemplar nuestras obras y ver que no concuerdan con nuestras palabras, empiezan a blasfemar, diciendo que todo es fábula ymentira.
Cuando nos oyen decir que Dios afirma: Si amáis sólo a los que os aman no
es grande vuestro mérito, pero grande es vuestra virtud si amáis a vuestros
enemigos y a quienes os odian, se llenan de admiración ante la sublimidad de
estas palabras; pero luego, al contemplar cómo ni amamos a los que nos odian y
que ni siquiera sabemos amar a los que nos aman, se ríen de nosotros, y con ello
el nombre de Dios es blasfemado.
Así, pues, hermanos, si cumplimos la voluntad de Dios perteneceremos a la
Iglesia primera, es decir, a la Iglesia espiritual, que fue creada antes que el sol y
la luna, pero si no cumplimos la voluntad del Señor, seremos de aquellos de
quienes afirma la Escritura: Vosotros convertís mi casa en una cueva de
bandidos. Por tanto, procuremos pertenecer a la Iglesia de la vida, para alcanzar así la salvación.
Creo que no ignoráis que la Iglesia viva es el cuerpo de Cristo. Dice, en
efecto, la Escritura: Creó Dios al hombre; hombre y mujer los creó, el hombre
es Cristo, la mujer es la Iglesia; ahora bien, los escritos de los profetas y de los
apóstoles nos enseñan también que la Iglesia no es de este tiempo, sino que
existe desde el principio; en efecto, la Iglesia era espiritual como espiritual era el Señor Jesús, pero se manifestó visiblemente en los últimos tiempos para
llevarnos a la salvación.
Esta Iglesia que era espiritual se ha hecho visible en la carne de Cristo,
mostrándonos con ello que, si nosotros conservamos intacta esta Iglesia por
medio de nuestra carne, la recibiremos en 'el Espíritu Santo, pues nuestra carne
es como la imagen del Espíritu, y nadie puede gozar del modelo si ha destruido
su imagen. Todo esto quiere decir, hermanos, lo siguiente: Conservad con
respeto vuestra carne, para que así tengáis parte en el Espíritu. Y si afirmamos
que la carne es la Iglesia y el Espíritu es Cristo, ello significa que quien deshonra
la carne deshonra la Iglesia, y este tal no será tampoco partícipe de aquel
Espíritu, que es el mismo Cristo. Con la ayuda del Espíritu Santo, esta carne
puede, por tanto, llegar a gozar de aquella incorruptibilidad y de aquella vida
que es tan sublime, que nadie puede explicar ni describir, pero que Dios ha
preparado para sus elegidos.
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